lunes, 13 de agosto de 2007

El labio roto


El torreón de Monterrey se erguía sereno en la noche que anuncia pasión. Jesús Flagelado ya era mecido a esa hora a los sones del "Padrenuestro" de sus hermanos de paso frente a las platerescas 365 conchas, una para cada dia de año en que mostrar su amor.

La Virgen doblaba la esquina para enfilar la Compañía. La cera derretida era signo inequívoco de que el fin estaba cerca. Un último esfuerzo y todo habría terminado... o comenzado, para el próximo año.

En el atril, "Mater Mea". La última marcha. Le darían vueltas hasta que lleguase arriba, a las escaleras, donde se escuchará, como siempre, la Salve que precede a la Agonia que Redime.

Los pies hinchados de penitencia en la hermandad elegante que reza el rosario y camina pausada sin cadenas ni lamentos...

Pero la sangre apareció. Apareciço en forma de lágrima, en forma de corchea. En el tercer acorde de la Marcha Lenta, el labio no resistió y la melodía cayó desangrada a los pies del Cristo de Carmona, presagio pequeño, dulce y doloroso, en la noche fría, de que Cristo y sus hermanos sufren codo con codo, paño sobre nogal, labio sobre metal.

Sobre el frio metal, una mancha roja, bajo los pies marmoreos, rosas.